Madre

A esta altura de la vida, en la que ya hemos recorrido este camino tan duro, tan áspero, tan incierto…podemos preguntarnos si las cosas van o vienen. Muchas dudas revolotean sobre nuestras mentes y caemos en cuenta de que aún hay mucho por qué vivir, por qué luchar, por quién seguir. Nuestras vidas siguen su curso sin poder el tiempo detener su esencial misión.

La vida es un lienzo esperando que nosotros mismos plasmemos, con nuestras ilusiones, nuestros sueños, nuestras metas, esos trazos de confianza; lienzo tejido con hilos de fortaleza y templanza que fueron unidos por una mujer que prestó su cuerpo al destino por un contrato de amor.

Una mujer que veló por nuestro bienestar, que trabajó por cincelar sonrisas en nuestros rostros llenos de plenitud, que, sin saber de sistemas, configuró en nuestro caminar senderos de paciencia y rectitud, una mujer que desveló sus noches por cuidarnos en nuestra enfermedad.

¡Oh, Madre! Qué gran prodigio del cielo que tú fueras esa mujer en mi vida, y que perpetraras en mí corazón enseñanzas de andar, de pensar, de sentir, de vivir, de amar. Y es que tú has sido mi maestra, en esta tierra, en el arte de luchar por los sueños que yo mismo he forjado para mí.

Mamá, tu ejemplo es para mí un estilo de vida, un diferente modo de ver las cosas, una fuerza que me empuja a levantar mi rostro en los momentos de flaqueza.

Mami, tú eres el signo indeleble de que un Ser Supremo me tiene en cuenta, que ha regaládome otra dádiva perfecta: ¡Tú!.

Y ahora, que ya soy un hombre y veo las cosas por mí mismo, me doy cuenta de lo grandiosa que fuiste, que has sido, que eres y que seguirás siendo para mí; y ahora es cuando entiendo, perfectamente, cuán grande es la Madre, pues hasta Dios quiso tener una.

Te amo mami.

Tu Hijo.

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Y, ¿Qué más se podría decir? Tú, ¿Qué opinas?