Creo que esta noche debo reiniciar un proceso de desprendimiento, es momento de volver a empezar, de inspeccionar los cimientos de mi vida y verificar su fortaleza, y no porque dude de la misma, sino que lo considero pertinente, necesario y, sobretodo, bien merecido.
Por momentos quisiera aislarme de todo, refundirme en la soledad, y no por despecho ni por reclusión o fobia, ni mucho menos por ser ermitaño, sino que me es necesario un momento para reflexionar, pensar muchas cosas, cavilar en cómo realizar mis metas para este tiempo que viene, y que ha empezado tan bien.
Y lo que sucede es que, entre las mil y una cosas que hago, el contacto multitudinario con gentes, siempre hallo ineludible ejercer el derecho a la compañía, he precisado estar junto a alguien que sepa quién soy, no porque lo escuche de mi boca o de la de alguien más, sino que lo sepa por experiencia propia, porque se ha tomado el tiempo de compartir el tiempo, las ideas, las palabras, los afectos conmigo; experimentar ese flujo de estímulos entre los dos, una circulación comunicativa de doble vía en la que ambos somos receptores y emisores.
No puedo decir que lo encontré porque no estoy seguro, pero tuve una sensación diferente, una conexión mágica que me hizo soñar despierto, volar con los pies en la tierra, navegar entre las nubes sin haber zarpado. Y esto lo escribo para ti, tú sabes quién eres y no necesito decir tu nombre. Has sido muy especial en mi vida, y a pesar de todo lo que ha pasado, los pensamientos que hemos tenido y que compartimos han sido transparentes y cristalinos como nuestras miradas.
No sé qué pasó, no sé qué pensar, y no quiero hacerlo.
Prefiero quedarme así, en suspenso como lo he estado el tiempo que no has estado, no sé si aguardando por ti, o si sólo debiéndome a una excusa para seguir teniendo el miedo que no suelo tener.
La vida ha sido astuta y supo enrollarme en su verborrea, pero sé muy bien que tu mirada ha sido un lucero hermoso que iluminó mi existencia, llegaste en el momento justo, pero te fuiste en el menos oportuno, debo entender que la vida es así, debo seguir creciendo como persona, como hombre. Ya no soy un niño que le temía a la oscuridad, ni las lluvias, ni al viento, ni al mar.
Pero es precisamente eso lo que pienso, tú has sido ese mar que ha refrescado mi vida, tu inmensidad ha hecho sentirme mejor, y estoy agradecido por tu presencia, aunque ahora sea ausente. Pero seguirá siendo inestimable nuestro encuentro, increíble y sorprendente, te convertiste en esas olas que bañaron las áridas arenas de mi playa, lo que me entristece es que así como una ola impetuosa llegaste, y acariciando mi existencia te deslizaste de regreso a la imponencia del océano de la vida.
Es verdad, te extraño y me haces falta. Ahora bien, sólo quisiera saber una cosa...¿Quién eres?
Y, ¿Qué más se podría decir? Tú, ¿Qué opinas?
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